martes, 13 de noviembre de 2012

Los placeres del verano (1ª parte)


Este fin de semana parece que ha cambiado el tiempo, que por fin nos va a abandonar este verano interminable. Tras muchos meses de altas temperaturas, éstas han bajado además de tener el acompañamiento de la lluvia. Se puede decir que con más de un mes de retraso, ha empezado el otoño.
Pero esto no quiere decir que no me guste el verano, al contrario. De hecho el verano es una época cargada de sensualidad y de erotismo. Tanto hombres como mujeres vestimos con menos ropa por las altas temperaturas, y eso hace que nuestra sangre se nos altere mucho más que en primavera, según dice el dicho…
En particular, y centrándome ya en mí, este verano me ha alterado mucho la sangre, sobre todo cada vez que he ido a la playa. He de reconocer que no soy una persona que va a ellas a mirar a las mujeres, pero a veces hay alguna chica que te llama la atención y no lo puedes evitar. Aunque eso sí, luego sigues a lo tuyo que es tomar el sol y bañarte, pues a eso voy a la playa.
Como mis vacaciones no coincidieron con las de mi gente, no tuve más remedio que ir solo a la orilla del mar, lo que tampoco me presenta problema. Pero soy un ser de costumbres, me gusta ir siempre a la misma playa, y no solo eso, digamos que hay un trocito de arena que parece mío, pues es donde siempre pongo mi toalla y me tumbo.
Día tras día estuve yendo a mi pedacito de playa a bañarme y secarme al sol sin que nada me perturbase, pero tras una semana vi algo que atrajo mi mirada. Se encontraba en mi línea de visión hacia el mar, sobre la arena. Era una mujer con un bañador negro que le quedaba muy bien. Mirándola detenidamente, debería andar por los cuarenta años, con un cuerpo bonito aunque con algún kilo de más. Tenía un pelo negro y liso que le caía hasta mediada la espalda de forma coqueta dando continuidad a su bañador. Debajo de esta prenda se adivinaba el dibujo de sus pechos que sin ser nada exuberantes se veían con una forma y un tamaño perfectos. Más abajo se veían unas piernas torneadas con unos buenos muslos, aunque lo que más atrajo mi mirada estaba en su cara. Tenía unos ojos oscuros y llenos de brillo, muy expresivos, pero sobre todo destacaban sus labios, carnosos y sensuales que pedían a gritos ser besados. Aunque he de reconocer que lo que hizo que me fijase en ella fue la manera en que se movía. Sus movimientos estaban cargados de sensualidad. No sabría decir el motivo, pero era como si la rodease un aura de erotismo sin proponérselo que atraía mi mirada irremediablemente.
No sé si se dio cuenta de que yo no le quitaba ojo tras mis gafas de sol, pero eso es lo que ocurría. Hacía tiempo que no me pasaba algo así, la verdad. Estuve admirándola un buen rato, hasta que llegó un hombre acompañado de un par de niños y se sentó con ella. Pensé para mí que era una pena, la mujer que empezaba a atraerme tenía pareja, por lo que traté de apartarla de mi pensamiento y centrarme en disfrutar del día de playa, pero no pude, tenía que volver a mirarla, me atraía…
Me fui a casa a descansar, pero mi mente no lo hacía. Esa mujer no desaparecía de mi pensamiento, y lo que es peor me estaba excitando al recordarla. La sangre empezó a entrar en las paredes de mi pene, haciéndolo crecer. Y yo no lo podía evitar, por lo que hice lo único útil para bajar esa inflamación, masturbarme. Empecé a acariciar mi pene con suavidad pensando en los movimientos de esa mujer, me gustaba, me excitaba, mmmm. No lo podía evitar, aceleraba los movimientos de mi mano, que subía y bajaba por mi polla pensando en su cuerpo. Se me iba poniendo más y más dura, mmmmmm. Hasta que imaginé que sus sensuales labios eran los que estaban acariciando mi miembro duro, y entonces me corrí como un adolescente pensando en ella. Mmmmmmm, un gemido de placer escapó de mis labios mientras mi leche caliente saltaba y manchaba mi abdomen.
Al día siguiente volví un poco antes a mi sitio de la playa. Lo primero que hice fue buscarla con la mirada, pero no estaba, por lo que me metí en el agua y me centré en disfrutar del baño. Cuando salí del agua y me dirigía a mi toalla, la vi, allí estaba de nuevo. Se había puesto más o menos donde el día anterior y tumbada tomaba el sol. Aproveché y pasé por su lado para mirarla, su cuerpo enfundado en un bañador azul marino y su cara con esos labios que tanto me ponían. De hecho ya notaba que algo estaba creciendo en mi entrepierna, por lo que decidí que tras un último vistazo me tumbaría boca abajo para disimularlo. La volví a mirar hasta que llegué a sus ojos, que para mi sorpresa estaban mirando a los míos. Le sonreí y me fui hacia mi sitio.
Una vez allí me tumbé de manera que pudiera seguir viéndola. Realmente me gustaba esa mujer, pero si la seguía mirando no iba a poder levantarme por mi visible erección, por lo que traté de pensar en otra cosa. De vez en cuando le echaba un ojo, hasta que de nuevo llegó ese hombre con sus niños, y un rato después me fui a casa.
En la intimidad de mi hogar de nuevo di rienda suelta a mi excitación. Con tan solo pensar en ella se me ponía bien dura, por lo que de nuevo me masturbé hasta que llegué a un nuevo orgasmo dedicado a ella cuyo fruto, de nuevo, cayó sobre mí.
Así fueron pasando unos cuantos días. Ya iba a la playa solo para verla. Deseaba a esa mujer aunque no pudiese ser mía, me gustaba. En la playa me dedicaba a mirarla, a desearla en silencio y a tratar de disimular mi erección, para nada más llegar a casa desnudarme y masturbarme pensando en ella, no necesariamente una única vez. Realmente me ponía esa mujer prohibida para mí.
Pero un día, no habrían pasado aún dos semanas desde que la vi por primera vez, algo cambió. Al volver de mi baño, cuando pasé por su lado le sonreí y me atreví a saludarla. Ella me devolvió el saludo con un hola que me encantó. Esa mujer emanaba sensualidad por todas partes, incluso en su voz. Una voz suave y aterciopelada, tremendamente sexy, que nada más escucharla me excitó. Eso unido a mi deseo por ella hizo que algo empezase a crecer en mi entrepierna, tanto que fue evidente. Ella bajó su mirada y lo vio, pero sorprendentemente, en lugar del mosqueo que yo esperaba, me dedicó una sonrisa. Yo, un tanto avergonzado por lo evidente, fui a mi toalla y me tumbé boca abajo.
Ese día seguí mirándola con un poco más de curiosidad debido a su sonrisa. Alguna que otra vez la pillé mirándome a mí, eso me gustaba. Cuando coincidían nuestras miradas sonreíamos como colegiales. Hasta que llegaron sus acompañantes, por lo que yo decidí irme. No hay ni que decir lo que hice al llegar a casa, con muchas ganas. Tuve un orgasmo fabuloso, al que pronto acompañaría otro. Me moría por disfrutar de esa mujer, pero la veía inaccesible para mí con su hombre, con sus hijos, aún así yo la deseaba cada vez más. Y más aún cuando esos labios me sonrieron en ese momento tan delicado. Empezaba a pensar que tal vez sí podría tenerla…
A la mañana siguiente de nuevo volvió a pasar lo mismo. La saludé y me habló con esa voz tan sexy. Me empalmé. Ella miró lo evidente y vi como sus pezones se marcaban a través de la tela de su bikini blanco. Se mordió el labio inferior y me volvió a mirar. Tuve que tapar con mis manos una enorme erección en medio de la playa. Pero al ver a lo lejos que ya acudían sus acompañantes, me fui a mi toalla y esperé a que mi polla disminuyese su tamaño para marcharme. Una vez en casa, de nuevo solté mi leche caliente por ella entre gemidos, mmmmmmmmm, mientras acariciaba mi cuerpo pensando que lo hacía ella. Ya no aguantaba más, no podía seguir así, necesitaba estar con esa mujer tan sensual, tenía que follármela, debía ser mía. Ella parecía estar por la labor, así que yo debía dar el paso. 
Desgraciadamente en unos días no la volví a ver por la playa. Pero un día volvió a aparecer, caminando enfundada en un ceñido bañador y se sentó donde siempre. Me metí en el agua y al salir la saludé y traté de entablar conversación. Sin embargo ella me pidió que callase diciéndome rápidamente que su marido nos podía ver desde el balcón de su apartamento. Además añadió que si en verdad la deseaba, no hiciese nada que la comprometiese, pero no dejase de venir a la playa. Me fui a mi sitio pensativo. ¿Qué habría querido decir? ¿Quería algo más? Yo pensaba que sí, pero, ¿y si sólo jugaba a calentarme? La respuesta a esas preguntas se puede encontrar en la segunda parte.

6 comentarios:

  1. Mmmmmmm...
    Mi querido Eros, gracias una vez más por tus palabras.
    En esta ocasión, la verdad es que cuesta un poco quedarse en bañador con el frío que hace ya, pero la historia se presenta de lo más interesante. Estoy deseando saber cómo continuará... no me hagas esperar mucho. Ya sabes las ganas que te tengo...

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    1. Gracias por tus palabras hacia mí Ambar, pero yo sí me hago esperar... Escribo de uvas a peras, así que las ganas que tienes de leer lo que escribo espero que no te atormenten mucho.
      Bueno, piensa que sucedió en verano, entonces apetece ir con bañador, y más aún en la playa claro.
      Y la historia, pues pronto acabará, ¿o no?

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  2. Ya, ya veo que escribes de tarde en tarde, y es una verdadera lástima, la verdad. Sigo esperando ansiosa la continuación de esa historia. Intuyo que la temperatura subirá, que el verano será tórrido. ¿O me equivoco?

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    1. Así es Ambar. Escribo cuando hay tiempo, y cuando me siento especialmente motivado a hacerlo, de no ser así es imposible. Me saldría forzado, y no me gustaría. Dejaremos eso para los escritores profesionales. A mí únicamente me apetece escribir por el placer de hacerlo, y si de paso ayudo a sentir placer a alguien, mucho mejor claro...
      El final debe estar próximo, espero poder publicarlo pronto. Por supuesto, la temperatura debe subir, ya se sabe, por el calentamiento global y eso.

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  3. Eso no se hace, es muy malo para la salud dejar a la gente a medias, a ver si seguimos prontito que me has dejado con muchas ganas!

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    1. Lamento hacerle cosas malas a tu salud fantasia, pero es que, si no se me hacía muy largo el relato. Además, así tendré posibles lectores o lectoras suspirando por el final, ja, ja, ja.
      Pronto tengo previsto publicar el final, espero que te guste...

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