Hoy me apetece seguir
con los tórridos recuerdos de este verano. El hecho de estar en un adosado
compartiendo jardín y piscina con el adosado contiguo da mucho juego. Sobre
todo si como ya conté en Vecinos adosados, en ese adosado vive una madurita muy deseable y con
ganas de marcha…
Tras la primera
aventura sexual con mi vecina veraniega Ruth, vinieron algunas más. El hecho de
que su marido y sus hijos nos dejaran solos entre semana hizo que mi verano de
paz y tranquilidad se convirtiera más bien en un verano de morbo y sexualidad,
como nunca antes había vivido. Además ella y yo nos fuimos conociendo bien,
puesto que hablábamos bastante, ya que normalmente comíamos y cenábamos juntos.
Había días que también
desayunábamos juntos. De hecho, unos días después de habernos masturbado uno
delante del otro por primera vez, coincidimos en el jardín a la hora del
desayuno, y por supuesto, tuvimos nuestro primer desayuno a la par.
Me encontraba yo
estirando sobre el césped del jardín para hacer mi entrenamiento diario, cuando
escuché a mi espalda a Ruth.
- Buenos días vecino.
¿Ya te vas a correr? – dijo ella.
Me giré y allí estaba
ella. En su trozo de jardín mirando hacia mí con esos ojos verdes que tanto me
atraen. Me fijé en que llevaba una bata negra que llegaba hasta la mitad de sus muslos. Era semitransparente y me daba la
impresión que no llevaba nada debajo, al menos por la parte de arriba, puesto
que la llevaba anudada con su cinturón por encima de las caderas, y su escote
algo abierto, dejaba ver un canalillo sin que se viese nada de tela en él.
Fue una visión
realmente seductora. Sus ojos claros, sus labios gruesos, su pecho insinuado,
su bata negra anudada con gracia, sus piernas y sus pies desnudos sobre el
césped despertaban mi libido. Sin embargo, mi vestuario no creo que le indujese
a ella lo mismo, pues yo estaba sentado en el césped con mis zapatillas, mis
calcetines blancos y mis mallas negras. He de reconocer que las mallas, sin
nada debajo como yo las llevo para ir a correr, marcan bastante tanto mi culo
como el paquete, pero en la posición en la que estaba no dejaban ver nada, por
tanto no me veía nada erótico, al contrario que lo que transmitía la presencia
de Ruth. Así que con estas ideas en mi cabeza, le respondí:
- Buenos días vecina.
Sí, me voy a correr sí. Tengo que aprovechar que hace buena mañana.
- Te gusta mucho correr…
Yo en cambio soy poco deportista, así que voy a quedarme tranquilamente tomando
un buen desayuno. Si me quieres acompañar estás invitado, ya sabes. Tengo
tostadas y mermelada para untar. – Y mirando el tarro que acababa de dejar en
la mesa añadió. – Bueno, mermelada no, casi no me queda, y no me apetece ir
ahora a comprar, ¿tú no tendrás en casa?
- Creo que no porque a
mí no me gusta mucho la mermelada, pero voy a comprobarlo – le contesté. Me
levanté notando sus preciosos ojos clavados en mí y me metí en casa. Tras mirar
un poco por los armarios, comprobé que no había. Así que cogí un bote de
Nutella y salí de nuevo al jardín.
- Lo siento Ruth, no
tengo – le dije -, pero tengo esto, si te sirve, te ahorras salir.
- ¡Ah! ¡Nutella!
Perfecto sí, me encanta, aunque hace mucho que no la pruebo. Acércamela,
gracias – me contestó.
Y yo se la di y me puse
a estirar de nuevo. La verdad es que me apetecía desayunar con ella, o más bien
desayunármela, pero quería salir a correr antes de que hiciese más calor, así
que me senté, esta vez de cara hacia ella y me cogí la punta del pie.
- Oye vecino, ¿has
comprobado alguna vez la Ley de Murphy? – me preguntó ella, y acto seguido
lanzó hacia arriba la tostada sobre la que había estado untando la crema de
avellanas, que haciendo caso a la famosa ley, cayó con la parte de la crema
hacia abajo sobre su escote, que al sentarse se había abierto más.
- ¡Vaya! ¡Qué torpe soy! – añadió Ruth.
- ¡Vaya! ¡Qué torpe soy! – añadió Ruth.
- No eres torpe vecina -
le contesté -, es que esa ley se cumple siempre para nuestra desgracia, aunque
no sea mantequilla, je, je. De todas formas no te preocupes, estoy seguro de
que la Nutella sabe mucho mejor sobre tu piel que sobre la tostada, así que no
se ha perdido nada.
- ¡Pues eso habrá que
comprobarlo! – exclamó Ruth, para a continuación despegar la tostada con crema de
su pecho y darle un lametón. – Ummmmm, sí que ha mejorado su sabor sí, pero
creo que le falta crema. – Y tras decir eso se desanudó la bata sentada como
estaba, y la echó hacia atrás. Tal y como yo imaginaba no llevaba nada debajo,
pues ahora tenía ante mis ojos sus pechos, grandes y suaves, y también su
entrepierna depilada.
A continuación, con un
grácil movimiento sacó el brazo derecho de la bata sin levantarse de la silla,
para después hacer lo mismo con el izquierdo, de modo que la bata quedó
colgando sobre el respaldo de la silla. Y yo, quedé de nuevo alucinado al
volver a ver su cuerpo desnudo ante mí. Eso sí, esta vez tenía bien claro que
sabía que yo la estaba viendo, aunque la reacción era la misma: mi sangre, en
lugar de ir hacia los músculos para hacer deporte, empezaba a acumularse en mi
entrepierna, lo que hacía notar un pequeño bulto en mis mallas ajustadas.
Ese bulto fue todavía
más evidente cuando vi como ella cogía el cuchillo, sacaba con él una buena
cantidad de crema del bote y se la puso sobre su piel por encima de sus pechos.
A continuación con sus manos se esparció la crema por sus hombros y por su
cuello masajeándose. Cuando se le terminó, se volvió a poner más, esta vez
sobre sus pechos y con sus manos, esparciéndola bien, magreándose, acariciándose
sus pechos lentamente mientras sus pezones se iban poniendo duros. De nuevo se
puso más crema por su abdomen, y yo me excitaba más al verla mientras se la iba
esparciendo masajeándose lentamente.
Siguió con su
operación. Se embadurnó bien la mano y el brazo derechos, para luego hacer lo
mismo con los izquierdos. Después se echó crema por las piernas y fue
esparciéndola con ambas manos: sus pies, sus pantorrillas, sus muslos… Todo
ello con un movimiento lento y lleno de sensualidad, mientras ella iba
suspirando y yo me relamía de gusto desde mi posición.
Por último cogió un
poco más de crema, la puso sobre su mano y se la restregó por su entrepierna.
Iba esparciendo la Nutella arriba y abajo por su rajita, mientras suspiraba
placenteramente, mmmmmm… Entonces me levanté y le dije:
- Vecina, creo que así
no puedo salir a correr – señalando el enorme bulto que destacaba en mis mallas
–. Así que voy a aceptar tu invitación y voy a saborear al completo el desayuno
de Ruth con Nutella, si te parece bien…
- Ya estás tardando
vecino – me contestó ella. – Ven aquí.
Y yo, obediente, fui
allí. Me ofreció una mano, y yo la tomé. Empecé a chupar sus dedos y a lamer el
dorso de su mano. Realmente estaba buena la Nutella sobre su piel, mmm. Fui lamiendo
su antebrazo, lentamente, saboreándolo bien, y luego su brazo, hasta llegar a
su hombro. Ella me miraba apasionadamente, con esos ojos, ahora grises por la
manera en que les daba la luz, y suspiraba, mmmmm. Me ofreció el otro brazo y
se lo lamí entero de nuevo hasta llegar a sus hombros. Ella seguía suspirando
deseosa, mmmm.
En ese momento decidí
darle a probar el sabor de cacao y avellanas que se encontraba en mi boca. Así
que puse mis labios sobre los suyos y la besé. Ella separó sus labios y mi
lengua se abrió paso hasta enroscarse con la suya, mmmmm, me gustó ese beso. Me
separé, la miré fijamente y baje hacia su cuello embadurnado de crema. Mi
lengua lo recorrió recogiendo toda la crema que pudo impregnada del sabor de
Ruth, mientras ella seguía suspirando, mmmmm.
Con mi lengua descendí
entre sus pechos, lamiendo el canalillo hasta su barriguita y se la lamí y
relamí, le dejé limpio hasta el ombligo y de nuevo subí. Paseé mi lengua otra
vez por su canalillo y desde arriba pasé a sus pechos. Se veían más grandes así
recostada, con los pechos caídos sobre ella. Y yo disfrutando lamiéndole primero
uno y luego el otro, y ella también, mmmmm.
Le limpié bien sus
pechos, no dejé nada en ellos con mi lengua ayudada por mis labios, incluso
dejé bien limpios los pezones, tan duros como para cortar cristal. Se los lamí
y les di mordisquitos succionando, como amamantándome de ella, aunque con un
sabor de puro deseo rematado con chocolate. Estuve mamando unas cuantas veces
así, de un pezón al otro, mientras ella gemía, mmmm, mmmmmmm, y con su mano me
acariciaba la cabeza por el cogote.
Me separé de nuevo de
ella y la miré. Me devolvió su mirada tan sugerente y levantó su pierna
izquierda. No hizo falta que dijese nada. Cogí su pie con mi mano y empecé a lamérselo,
sus dedos, mmmm, su empeine, mmmm… Continue por su pierna, lamiéndola bien,
hasta llegar a su muslo. Se lo lamí entero y lo acariciaba también con mi mano
mientras Ruth suspiraba de placer, mmmm. Cuando lo tuve bien limpio, alcé más
su pierna y la llevé hacia atrás hasta dejarla apoyada sobre el reposabrazos de
la silla. Entonces Ruth levantó la otra pierna y repetí la operación,
lentamente lamí los dedos de sus pies, todo su pie, su pierna y su muslo,
mmmmm. Y de nuevo puse su otra pierna sobre el otro reposabrazos.
Así la miré. Ruth
estaba desnuda ante mí, deseosa y con toda la entrepierna bien abierta y
cubierta de crema esperando que yo me la comiese. Me fijé en que ella miraba
hacia mi entrepierna, y al mirar yo me di cuenta de que el norme bulto estaba amenazando
con romper mis mallas. Miré hacia sus ojos, le sonreí, acaricié mi paquete por
encima de la tela y me arrodillé ante ella.
Acerqué mi lengua a su
rajita embadurnada y se la lamí de abajo a arriba. Ruth pegó un respingo y
suspiró, mmmmm. Me puse a darle lametones así, limpiándoselo bien mientras ella
iba gimiendo más, mmmm, mmmmm… Vi su clítoris ya hinchado, como un botón y se
lo lamí también. Se lo seguí lamiendo notando como ella iba respirando más
aceleradamente, pero yo no paraba, rozándole una y otra vez su clítoris fuertemente
con mi lengua. Ella gemía más, mmmm, mmmmmm, mmmmmmm.
Con mis dedos abrí más
sus labios vaginales y metí lo que pude mi lengua en su agujero, bastante mojado
ya. Metí y saqué mi lengua más veces de su coñito rozando su clítoris
continuamente con mi pulgar, cada vez más rápido, más, más, mmmmmm… Hasta que
ella me dijo:
- ¡Sigue, sigue! No
pares ahora cielo. ¡Me voy a correeer!
Y yo pasé mis manos por
detrás de su culo, a la altura de sus caderas y la apreté más contra mi boca,
mmmmm. Empecé a lamer con más vigor, toda su rajita y su clítoris, en él me
entretenía dando lametones circulares y succionándolo con mis labios. Ella iba
acelerando sus jadeos, alternándolos con gemidos, mmmmm, aaaaah, mmmmm, aaaaah,
mmmm, mientras yo seguía lamiéndola bien, rozando su clítoris sin descanso,
hasta que la noté arquearse, tembló, y gritó: Siiiiiiiiiiiiii,
aaaaaaaaaaaaaaah, me corroooooo, siiiiii, mmmmmmmm. Y yo apreté bien mis labios
contra su coño y disfruté de la mezcla del sabor de su placer con el sabor del
chocolate, mmmmmm, delicioso.
Me levanté, la miré y
cuando su respiración ya estaba más o menos normalizada le dije:
- Vecina, gracias por
invitarme al desayuno. Has sido el mejor de mi vida. Pero me parece que con
este bulto aún no me puedo ir a correr…
- Tienes razón vecino,
no te puedo dejar sin correr. Además, yo aún tengo hambre, quiero desayunar
como tú. – me contestó.
Entonces Ruth fue hacia
la mesa y cogió el tarro de Nutella mientras yo me sacaba a toda velocidad mis
zapatillas y mis calcetines, para después bajar y sacarme las mallas de un
tirón, lo que dejó mi pene totalmente erecto a la vista de Ruth.
- Bien, así me gusta,
que tu erección me muestre tu deseo. Siéntate aquí que me voy a preparar el
desayuno, eso sí – dijo señalando al bote -, tendré que administrarla bien pues
queda poca crema, por eso te la voy a poner yo empezando por lo que más quiero
desayunar.
Y eso hizo. Tras
sentarme yo sobre la silla con las piernas separadas, Ruth se embadurnó las manos
en crema y empezó a repartirla por todo el tronco de mi pene. Subía y bajaba
sus manos esparciéndome la crema, mientras yo gemía ante tal caricia viendo
como me quedaba todo de color chocolate. Cogió un poco más de crema y tras
echar la piel para atrás dejó libre mi capullo rosáceo, sobre el que puso más
crema dejándolo bien recubierto con sus dedos. Parecía un helado de chocolate. Esparció
un poco más por el tronco subiendo y bajando las manos de nuevo, mientras yo
suspiraba y gemía, mmmmm, y por último embadurnó mis huevos con una mano sin
dejar de restregarme más por el tronco con la otra, mano arriba, mano abajo.
Menos mal que paró, porque estaba tan caliente ya que de haber seguido me
habría corrido sin remedio, como se lo indicaban ya mis gemidos, mmmm, mmmmm,
mmmm.
Miró al tarro y me miró
a mí. Desde esa posición veía sus ojos verdes de nuevo, tan seductores, tan sugerentes…
Con el cuchillo fue sacando lo poco que quedaba ya en el tarro y lo fue
poniendo sobre mi pecho y mi abdomen. Cuando lo hubo vaciado llevó sus manos
sobre mi pecho y masajeándome lentamente esparció la crema tanto por el pecho,
como por los hombros y el cuello, hasta donde llegó. Y por ultimo me embadurnó
el abdomen con la caricia de sus manos.
- Bueno, ya está listo
mi desayuno – dijo ella -, ahora es cuando me lo como-. Y tras decirlo se
abalanzó sobre mí. Su lengua experta empezó a lamer mi cuello. Me excitaba más,
sobre todo cuando también daba suaves mordiscos sobre la piel de mi cuello.
Poco a poco, con sus lametones me dejó limpio el cuello y descendió a los
hombros, que también lamió lentamente. Se entretuvo de nuevo en mi pecho, me lo
lamió y lo relamió, su lengua jugueteó con mis pezones un poco, para seguir
bajando de nuevo, entre mis suspiros de placer, mmm. Siguió descendiendo mientras
me lamía y me limpiaba el abdomen, hasta que llegó a la zona del pubis, y ahí
es cuando se arrodilló delante de mí.
Ruth empezó a darme
lametones que iban desde la base subiendo hasta el capullo. Me hizo eso por
varios lados, hasta que lo tuvo completo. Yo estaba más excitado si cabe con el
pene bien duro, y disfrutando con la limpieza, mmmm. Entonces ella agarró el
pene por el tronco y metió el capullo en su boca. Comenzó a subir y bajar sus
labios limpiándome bien la crema por fuera, mientras que por dentro su lengua iba
acariciando circularmente la punta de mi capullo llevándose con ella toda la
crema. El placer era indescriptible, pocas veces había sentido yo una mamada
como esa, y me gustaba, mmm, se lo hacía saber con mis gemidos, mmmm, mmmmm. Me
seguía lamiendo la punta con su lengua mientras sus labios subían y bajaban por
mi capullo, hasta que se puso a hacerlo mirándome con esos ojos claros que
tanto me ponen, mmmmm. Le tuve que decir que parase o me corría ya sin terminar
su desayuno, y ella paró y separó sus labios color chocolate de mi pene más
duro que el acero. Empezó a lamerme los huevos con su lengua, también
chocolateada ya, incluso se los introdujo en la boca, primero uno, jugaba con
su lengua con él, luego el otro, mmmmmm, hasta que se los sacó de la boca y de
nuevo los lamió por fuera. Paró, me miró y me dijo:
- Bien, ya he saboreado
tu piel con el sabor de la crema y me encanta, pero ahora quiero tener en mi
boca chocolate con leche, es más nutritivo. ¡Quiero que me des la leche de tu
polla!
Y dicho esto Ruth apoyó
sus labios sobre mi capullo y fue descendiendo lentamente por todo el tronco de
mi pene duro, hasta llegar a la base. ¡Se metió toda mi polla en su boca!
Mmmmmmm. Mi pene no es que sea muy grande pero todavía menos es pequeño, ¡y lo
tenía todo dentro! La imagen de sus ojos mirándome con toda mi polla dentro de
su boca no se me olvidará nunca, mmmm.
Entonces fue hacia
atrás saliendo todo mi miembro de su boca menos el capullo y empezó a mamármelo
así. Sin dejar de mirarme en ningún momento volvió a subir y bajar sus labios
por mi polla, rápidamente y apretándome, a la vez que su lengua me rozaba la
punta, mmmmmmmm. No contenta con ello, con una mano empezó a apretarme los
huevos mientras con la otra masturbaba la parte de pene que su boca dejaba
libre, mmmmmm, cada vez más rápido, mmmmm, su mano, mmmmm, su boca, mmmm, su
lengua, mmmmmmmm.
- Me voy a correr ya -,
dije. Y Ruth todavía aceleró más sus movimientos, mmmmm, hasta que exploté sin
remedio en su boca, mmmmmm, siiiiiiiiiiiiiiiiii, aaaaaaaaah, mmmmmmmmmmmmm. Ella
seguía con su boca sobre mi polla mientras mis chorros iban a su garganta,
mmmmmm, hasta que me la dejó seca y ya no salió más.
Mi respiración aún
estaba agitada cuando Ruth se levantó y vino hacia mí. Buscó mi boca con sus
labios y me besó, compartiendo lo que había en su boca conmigo, esto es el
sabor de mi propia leche caliente mezclada con el regusto a chocolate de sus
labios, mmmmmm.
- ¿Te gusta este sabor?
– preguntó y yo asentí con la cabeza. – A mí también, ha sido un buen desayuno.
Pero, ¿sabes qué? Con tanto tocarte, lamerte y mamarte me he vuelto a calentar,
¡sigo cachonda vamos! Y por lo que veo tú también, porque tu polla sigue dura y
desafiante – dijo pasando su mano por toda ella.
- Así es vecina –
contesté yo, - me has puesto tan caliente que no se baja la erección.
- Me gusta saber el
efecto que causo en ti vecino – me contestó, - y es más, me alegro de ello
porque quiero tener todo eso bien dentro de mí, pero aquí – dijo señalando
hacia su entrepierna.
- Y lo tendrás, vaya
que si lo tendrás vecina, aunque una ducha antes no nos vendría mal, que
estamos muy pegajosos – dije y me levanté para buscar el segundo asalto del
día, pensando en la suerte que tuve al alquilar ese adosado. Ese segundo asalto se puede leer en Ducha caliente conjunta.
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