jueves, 25 de septiembre de 2014

Vecinos adosados



Ya estamos en el mes de septiembre, ya se acaba el verano, y con ello las vacaciones, para aquellos que aún las podemos disfrutar en condiciones. De nuevo está presente la rutina, las interminables horas de trabajo, muchas veces desagradecidas, te van aplastando día a día hasta que llega el fin de semana. Al menos en el fin de semana se puede disfrutar, como bien lo he podido hacer este verano, que seguro perdurará mucho tiempo grabado en mis recuerdos.

Este verano decidí desaparecer, nada de ir con mi gente a la costa bulliciosa, no. Busqué un lugar de interior donde no pasase mucho calor, en una zona de montaña. Y conseguí encontrar un adosado en alquiler que me sedujo, por lo que no dude en alquilarlo. Tenía todas las comodidades que yo buscaba a un precio muy bueno, y es que esta crisis que vivimos ha hecho que los alojamientos bajen mucho sus precios.

El día que comenzaron mis vacaciones, hice mis maletas, lo cargué todo en mi coche y para allá que me fui. Cuando llegué me esperaba el dueño, que cobró el dinero del alquiler por adelantado, entregándome las llaves y explicándome algunos detalles del adosado, como que el jardín y la pequeña piscina se compartían con el adosado contiguo, del que la única separación era una rústica valla de madera. Eso sí, era totalmente privado, para las dos casas quiero decir, pues desde el exterior ni se podía acceder ni se podía ver nada gracias a unas paredes. De todas formas, me dijo que lo normal sería que lo tuviera para mí solo, pues el otro adosado pertenecía a un matrimonio que no solía venir normalmente.

Pasé la primera semana disfrutando yo solo de todo. Salía a correr por los senderos cercanos, me duchaba, tomaba el sol en el jardín, me bañaba en la piscina y gozaba de la absoluta soledad, era algo que este año necesitaba más que nunca. Y así me las prometía tan felices cuando el fin de semana, al volver de correr escuché bullicio en el adosado de al lado. ¡Vaya! ¡Se acabó la paz!, pensé. Y tras darme una ducha fui a presentarme, ya que íbamos a ser vecinos.

Era un matrimonio ya cincuentón, que había venido con sus dos hijos veinteañeros. El marido se llamaba Juan y  su mujer Ruth. Juan era un hombre bastante calvo y con unos cuantos quilos de más, sin embargo Ruth no estaba mal para su edad, parecía cuidarse y tenía unos bonitos ojos verdes, que quedaban muy bien con su pelo rubio corto y su piel morena. Tras hablar un rato, me contaron que no solían venir porque Juan trabajaba mucho, pero que este año a Ruth le habían recomendado reposo, por lo que tras el fin de semana tanto el marido como los hijos se marcharían, viniendo solamente los fines de semana. ¡Bien! Pensé yo, no me molestarán con sus ruidos y tendré mi paz deseada.

Así, la semana siguiente transcurría con mi rutina de vacaciones, corría, volvía y me daba un baño en la piscina, donde conversaba un rato agradablemente con Ruth. Como ella solía estar allí en bikini, ya me había fijado bien en ella, las marcas de sus embarazos, sus pechos generosos y algo caídos por su edad y sus piernas que estaban bastante bien, un buen conjunto de mujer, madurita pero aún deseable. Aunque lo que más me llamaba la atención eran sus increíbles ojos claros, a veces verdes a veces grises según le daba la luz, que cuando te miraban te cautivaban, lo que unido a sus labios, que eran gruesos y sensuales, hacía que no pudiera apartar la mirada de su rostro, pese a que su cuerpo no estaba tampoco mal.

Cuando llegó el jueves de esa semana, al ir a correr noté un dolor punzante en la pantorrilla, por lo que paré y decidí volver a casa. Cogí mi toalla y me dirigía a la piscina cuando al llegar a la puerta mosquitera que daba al jardín me quedé parado tras ella, toalla en mano, y es que en el jardín se encontraba Ruth con unas gafas de sol y totalmente desnuda sobre su hamaca. Me quedé sorprendido, puesto que no sabía que tomaba el sol desnuda en mi ausencia. Pensé en toser o hacer algún ruido para descubrir mi presencia y que ella pudiese ponerse las dos piezas del bikini que estaban tiradas a su lado, pero lo pensé mejor y tras sonreír ante la visión de su cuerpo desnudo, decidí darme la vuelta y darle intimidad hasta mi hora usual de regreso.

Pero tal y como me iba, me lo pensé mejor y dejando la toalla me di la vuelta llegando sigilosamente de nuevo tras la puerta mosquitera. La verdad es que me apetecía mucho ver su cuerpo desnudo al sol, era una visión agradable y a la vez excitante, por lo que confiando en que la tela mosquitera me camuflase me quedé tras ella observándola. Ya la había visto así, pero no desnuda, con el bikini puesto claro, y ver ahora sus pechos al completo, con ese tono chocolate en sus pezones y su entrepierna descubierta, la que se veía completamente depilada, me excitaba.

Así pude ver como Ruth se movía desnuda en la hamaca, se dio la vuelta y pude ver la parte posterior de sus muslos así como su culo, con la marca del bikini y bastante bien puesto. Poco después se volvió a dar la vuelta y miró el móvil, tal vez para comprobar la hora por si llegaba yo de correr. Se inclinó para dejarlo sobre el césped de nuevo y vi sus pechos en movimiento, bamboleándose un poco, mmmm, me gustaba ese movimiento sí y notaba como la sangre empezaba a acumularse en mi entrepierna, debajo de mi bañador.

Ella se tumbó de nuevo boca arriba y con sus manos empezó a acariciar su abdomen y su cintura. Pero sus manos no acabaron ahí, sino que empezaron a recorrer sus muslos por la cara exterior hacia abajo para luego ir subiendo lentamente por la cara interior. Me estaba gustando lo que veía, Ruth se estaba acariciando sin saber que yo la espiaba escondido, por lo que yo me estaba excitando cada vez más, pero ella también, pues en sus pechos grandes y suaves como colinas se apreciaba ya la dureza de sus pezones, mmmm.

Sus manos seguían subiendo por el interior de sus muslos acariciando suavemente su piel madura y según avanzaban, sus piernas se fueron abriendo para que las recibiera su entrepierna. La verdad es que nunca me había imaginado a Ruth así, pero sin esperarlo estaba viendo todo lo que esa mujer me había ocultado a la vista y es que desde mi posición, gracias a sus piernas abiertas podía ver su delicioso coñito perfectamente. Como se puede imaginar, tras ver todo eso, en mi bañador había ya un bulto más que evidente, con mi pene ya en horizontal bien duro pidiendo que yo hiciese algo con él, mmmmmm, y lo pensaba hacer claro…

Tras rozar su entrepierna, las manos de Ruth subieron por el abdomen, con sus dedos rozando suave y lentamente su piel, hasta llegar a la altura de sus pechos. Entonces, con sus manos, acarició cada uno de sus pechos, agarrándolos y apretándolos, para soltarlos y rozarlos con sus dedos con los que trazó un círculo rodeando sus pezones. Con una de sus manos empezó a pellizcar el pezón de su pecho derecho, mientras la otra mano se deslizaba hacia abajo por su abdomen.

Desde mi posición podía ver, sin ser visto, como ella empezaba a estremecerse, como esos labios gruesos y seductores se abrían para dejar salir un pequeño suspiro, mmm. Y aunque no podía ver sus ojos tras el oscuro cristal de sus gafas, los suponía cerrados imaginando que estaba con algún amante fantástico, pues no creía que estuviera pensando en su marido.

La mano desocupada de Ruth llegó a su entrepierna, donde empezó a acariciar su rajita, separando sus labios con el paso de sus dedos expertos. Sin duda su coñito se estaría mojando con esa caricia tan íntima mientras la otra mano seguía acariciando su pecho. Ella abrió más sus piernas sobre la hamaca, y yo no pude aguantar más y de un tirón me bajé el bañador saltando mi pene bien duro, que quedó temblando en el aire.

Ruth seguía con sus caricias. Ahora metió un dedo entre sus labios abiertos que entró fácilmente, sin duda estaba bastante mojada, y empezó a meterlo y sacarlo de su agujero del placer, de ese coñito que yo ya estaba deseando, mmmmm. A la vez, mi mano derecha había llegado a mi pene y lo acariciaba subiendo y bajando por él.

Entonces ella sacó su dedo y lo lamió disfrutando para volver de nuevo a su entrepierna, donde ahora introdujo dos dedos, empezando a follarse con ellos, sacándolos, metiéndolos, mmmmm. Su otra mano abandono sus pechos y llegó también a su entrepierna, donde encontró su clítoris que estaría ya hinchado y se puso a rozarlo, primero suave para después hacerlo más apasionadamente, rozándolo más rápido cada vez, llegando a escuchar yo algún que otro gemido, mmmmm, mmmmmm.

Yo empecé a acelerar también los movimientos de mi mano sobre mi pene duro y que ya brillaba en su punta. Me estaba masturbando, disfrutando al ver como ella hacía lo mismo sin saber que yo la observaba. Cada vez mi mano subía y bajaba más rápido por todo mi pene pensando en ella, mirando como ella disfrutaba también, mmmmm. Y en verdad ella lo hacía, escuchaba sus gemidos, cada vez más seguidos, mmmm, mmmm, mmmmmm…

Veía como ella se iba estremeciendo con sus caricias, frotando rápidamente su clítoris y metiendo y sacando sus dedos de eso coño que debía estar ya empapado, mmmmm. Estaba disfrutando viendo como su cuerpo se empezaba a agitar ante el placer que se estaba dando. Ruth elevaba su pelvis, quedando su coño todavía más visible para mí, mientras seguía follándose con sus dedos y se agitaba sobre su hamaca cada vez más. Así también podía ver el movimiento de sus pechos con su respiración agitada que estaban coronados por unos pezones ya totalmente duros, ufffff, ¡qué visión!, mmmmm.

A la vez yo seguía masturbándome, subía y bajaba la mano por mi pene con más rapidez, apretando más y acariciando un poco la punta, mmmm. Cada vez me gustaba más lo que veía y yo imaginaba, que en lugar de sus dedos era yo el que la follaba apasionadamente, metiendo y sacando mi pene de ella a la velocidad que ya me estaba masturbando, mmmmmm. Sabía que ella estaba casada y que para mí estaba prohibida pero yo quería poseer a esa mujer, la deseaba, Ruth me estaba volviendo loco en ese momento, y yo cada vez más excitado, no podía más, mmmmmm.

En ese momento Ruth frotó con más fuerza su clítoris y se arqueó más todavía, quedando apoyada en la hamaca tan sólo por sus pies y sus hombros, se frotó un poco más y escuché como daba un grito sin miedo a ser escuchada, y yo seguro de que estaba alcanzando su orgasmo, ¡aaaaaaaaaaaah! ¡Joder!, dijo ella, y volvió a gemir, mmmmmmmm, suspiró, gimió de nuevo, suspiró una vez más, para volver a gemir, mmmmmmmm, segura de que nadie la oía porque estaba sola, pero no, yo estaba allí tras la mosquitera…

Y cuando vi su momento de máximo placer tuve que reprimir mis gemidos, mmmmmmm, mmmmmmm, mientras una corriente eléctrica bajaba por mi espalda, hasta llegar a mi pene, masturbado intensamente por mi mano, y tras recorrerlo me corrí sin remedio, ¡aaaaaaaah!, ahogando de nuevo mis gemidos, mmmmmmmmm, cada vez que salía de mi pene un chorro de mi leche caliente, mmmmmmmm, que la visión de mi vecina me había hecho disparar, mmmmmmm.

Yo seguí acariciando mi pene más despacio, disfrutando de uno de los mejores orgasmos que había tenido nunca masturbándome, y todo por culpa de Ruth, por culpa de verla a ella disfrutar secretamente. Miré a la mosquitera y vi que mi leche se escurría hacia abajo por ella, y que incluso algún disparo la había atravesado y brillaba blanquecina sobre el suelo oscuro al otro lado. Vi que Ruth seguía tumbada recuperando el aliento y me fui a por un papel de cocina para limpiar el estropicio, antes de que se secase o ella lo viese.

Cuando volví, vi que Ruth ya se había puesto el bikini de nuevo. Así que me puse a limpiar la mosquitera por dentro antes de abrirla, para saludarla y disimuladamente limpiar las manchitas del piso, cuando escuché a Ruth decirme:

- ¿Tanta vergüenza te da que lo tienes que limpiar con disimulo?

Yo me quedé atónito. ¡Ella lo sabía! En ningún momento se me había pasado por la cabeza que ella supiese que yo estaba allí mirándola escondido, masturbándome viendo como lo hacía ella y disfrutando como ella. Así que tras tragar saliva, abrí la puerta mosquitera despacio…

- Sal tranquilo vecino. ¿Lo has pasado bien? - Me dijo de nuevo Ruth.

Salí. Ella estaba ahora sentada sobre la hamaca. Tenía las gafas de sol en su mano derecha y me miraba con esos ojos claros que tanto me atraían.

- Lo he pasado muy bien vecina, gracias a lo que he visto. – Le contesté yo. – Ahora lo limpiaré ya tranquilamente Ruth.

Entonces ella se levantó de su hamaca, y caminó hacia mí como una felina. Yo veía el movimiento lento y estudiado de sus caderas y también como se marcaban sus pezones aún duros a través de la tela de su bikini. Llegó hasta mí, se puso a mi lado y con esos sensuales labios rozando mi oreja me susurró:

- Límpialo todo bien mientras yo me doy una merecida ducha, y te recomiendo que tú hagas lo mismo vecino. Si te apetece comemos hoy en el jardín y hablamos de lo sucedido. Además, ten clara una cosa… - Y rozándome mi pene por encima de la tela del bañador añadió.  –  Si otra vez quieres disfrutar y correrte en lugar de salir a correr, no te escondas en un sitio en el que te vea perfectamente, y ven a buscarme para que disfrutemos los dos de otra manera.
Ella se dio la vuelta, y mientras yo miraba su culo cuando se dirigía a su casa. Me quedé limpiando pensando en lo estúpido que había sido. Aunque eso sí, también pensaba en todo lo que podría hacer con ella aprovechando la ausencia de su marido. Pero eso serán otras historias que empezaré a contar en Adosados y pegajosos.

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